lunes, 23 de noviembre de 2015

La propia existencia

Con el empuje de un inesperado impulso ayer por la noche salí a correr. Absorto en mis pensamientos reparé en que no había cruzado el umbral de la puerta principal en todo el día. Mi cuerpo y mi cansada mente me reclamaban a gritos una merecida acción física. Sin pensármelo dos veces me hice con la compañía de una buena lista de reproducción y obedecí a mis necesidades.

Ayer aprendí algo nuevo. Descubrí que amo a la vida. Que amo poder formar parte de algo tan grande. Que amo poder percibir. Amo poder pensar, hablar, transmitir, recibir, sentir. Es una lástima que no me lo haya repetido con suficiente frecuencia. Concebí esta nueva percepción del todo mientras zancada tras zancada me abría paso entre la oscuridad. Noté como la música embriagaba mi consciencia. Como la sensación de libertad se iba integrando en mi ser. ¡Podía ir a donde quisiese! Creí que podía volar, irme lejos. De repente todos mis problemas se transformaron en absurdas nimiedades. Nada merecía suficiente importancia. Excepto la vida. 

La propia existencia elevada al máximo exponente.

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