viernes, 4 de diciembre de 2015

Sobre el egoísmo

Una raquítica línea separa la generosidad del egoísmo. Tan delgada es que su percepción se hace casi imposible. Sin embargo, la distinción entre ambos términos debería ser muy sencilla. Veámosla más de cerca, por si acaso. A ver. Generoso es aquel que sobrepone los intereses de los demás a los suyos. El egoísta antepone los suyos a los del resto. Con una interpretación literal caeremos, indefectiblemente, en la equívoca conclusión de efectuar una azarosa dicotomía. El desafortunado error de crear dos grupos de individuos: los benévolos generosos y los retorcidos egoístas. Simplemente, no. ¿Acaso siempre que antepongo mis intereses estoy siendo egoísta? Con el soporte de una breve reflexión y en base a (disculpe la insistencia) una interpretación literal, la respuesta se hace más que obvia. Un ejemplo ayudará a apreciar la mentada evidencia. Digamos que el Sr. A tiene mucho interés en mi coche y me lo quiere comprar por un euro. Por fortuna, el sentido común no me abandona y me niego. Antepongo mi interés de conservar mi estimado vehículo al del Sr. A, de hacerse con él. ¿De verdad estoy siendo egoísta? Por definición, y por muy risorio que parezca, sí. No hace falta decir que comúnmente se aceptaría lo contrario.

Aclarada la significación literal, me centraré en la verdadera misiva de esta entrada. Tener el atrevimiento de adentrarme en la moral es inherente a dicho objetivo. Y es que lo que en realidad pretendo comentar es la popular asociación del egoísmo con la mezquindad, la iniquidad. Con todo lo malo que se pueda atribuir a un individuo. Puestos a poner ejemplos, daré inicio a este controvertido tema con uno. Esta vez se trata del Sr. B, un pobre vagabundo. Me lo encuentro en mi camino a casa, volviendo de una cena. ¡Vaya! Parece que me además de haber comido estupendamente me ha sobrado un euro. ¿Qué hago? Otra vez, lo mismo de antes. Puedo dárselo y ser benévolo y generoso. O bien puedo guardármelo y ser retorcido y egoísta. ¡No! Se puede enfocar de otro modo. ¡Hay que enfocarlo de otro modo!

Tanto es que yo tenga una economía limitada o sea espantosamente pudiente. Tanto es que se trate de un céntimo como de mil euros. La cuestión, la esencia, es si me siento inclinado o no a cometer la donación. Y eso es relativo a mi persona. Concierne a mi personalidad, mi estado anímico, a la historia que me ha llevado a ser quien soy. El grado de generosidad de una persona se manifiesta en sus actos, pero se sienta en su naturaleza. Bien es sabido que las apariencias engañan. No entra en la capacidad de nadie la facultad de juzgar acertadamente a alguien, en base a sus actos. En otras palabras: no es posible observar el nivel de generosidad en las actuaciones manifiestas. ¿Qué nos queda? La naturaleza. Allí residen sus cualidades como individuo. Recordando el carácter verosímil de los actos, se trata de un aspecto irreconocible, imposible de estudiar, a los ojos de quien sea. La alteridad de los demás se escapa del campo perceptivo de los sentidos.

El grado de generosidad de una persona se manifiesta en sus actos, pero se sienta en su naturaleza

¿Conclusión? Si le doy la limosna sin sentir la pura pretensión de hacer tal cosa estaré actuando generosamente, pero no siendo generoso. Seré lo que la sociedad quiere que sea. O más bien estaré actuando como la sociedad quiere que actúe. Estaré sucumbiendo a los efectos de la educación social. Quizás, candorosamente, me crea mejor persona. Claro, ¡habré cumplido con mi deber comunitario! Eh, no tan deprisa. No confundamos términos. No metamos “tarea” y “generosidad” en el mismo saco.

Entonces, ¿es correcto discriminar al egoísmo? Para discriminar es ineludible seleccionar algo como objetivo. Como se ha dicho, el verdadero egoísmo es irreconocible, pues habita en la invisible alteridad. En consecuencia, se hace imposible discriminar algo que no existe. Correcto, no correcto… da igual. Simplemente, no se puede. Como es de esperar, a los ojos de una educada sociedad, la respuesta sería sí. E incluso no teniendo en cuenta inaccesibilidad de la alteridad, seguiría siendo una contestación incorrecta. Recordando el ejemplo, si opto por no dar el euro, estoy siendo egoísta frente el colectivo. ¡Pero si el colectivo no sabe nada de mí! Resulta que la semana pasada doné medio millón de euros a favor de la lucha contra el hambre. O parece que acabo de sufrir una terrible tragedia y he dejado de lado mis principios e inclinaciones morales. El error de juzgar sin saber.

No es que no exista el egoísmo (o la generosidad), es que no se puede observar con absoluta certeza. Y puntualizo con “absoluta” porque sí es aceptable formarse una idea a partir de la colección de pequeños detalles. Los actos no nos definen, pero pueden sugerir quién somos en realidad. Una sugerencia lejos de ser decisiva, pero que puede dar la mentada idea. A modo de síntesis: no podemos sentenciar el nivel de egoísmo en un sujeto, pero sí sospecharlo.

4 comentarios:

  1. Hola Umberto Alberto,
    En primer lugar, estoy de acuerdo en que no hay certeza absoluta a la hora de evaluar o juzgar un acto concreto en una situación dada por sí misma, en un tema como éste, creo que sí es posible definir la sospecha de cómo somos a partir de una acumulación de acciones en diferentes situaciones. Estamos de acuerdo, consecuentemente, en que en esa relatividad influyen cuestiones subjetivas y objetivas dentro de la propia historia personal correspondiente a amplios períodos de vida y de situaciones vividas. Entonces, podrá parecer más verosímil atribuir a dicha persona acciones "tendentes a". Quizá el concepto de "absoluto" que es antagónico a la idea de "relatividad" sea otro tema, pero creo que guarda relación con el caso en tanto en cuanto las cosas no son blancas o negras y a una persona no se la puede definir como egoísta o generosa de manera absoluta. Por eso me voy a centrar en este aspecto. Particularmente entiendo y soy partidaria de la necesidad subjetiva, -que refuerza lo objetivo a base de repetición y acumulación en el tiempo- de considerar diferentes puntos de vista a la hora de atribuir valoraciones que lleguen a rozar la objetividad, así como la necesidad de tener que considerar también una variedad de concreciones y especificidades acerca de una misma cosa, para disponer de una visión multidisciplinar y no unilateral. Estando conforme con tu posición, he querido aportar mi granito de arena porque considero que prejuzgar o juzgar anticipadamente conlleva el mismo mecanismo que describir uno solo o limitados aspectos de un todo. Cuando hablas en el ejemplo de que una persona le da un euro al mendigo pero en cambio ha donado en una anterior ocasión medio millón de euros en la lucha contra el hambre, hay que dejar aparte la idea de moral o ética social, para evaluar el grado de "tendencia a". Que estará en función de los antecedentes históricos a la hora de "hacer". De ahí que también esté de acuerdo contigo cuando hablas de que no se puede sentenciar el nivel de egoísmo de un sujeto, pero sí sospecharlo.

    No estoy segura de si hemos llegado a la misma conclusión en este aspecto trazando un mismo camino de análisis, pero esto es lo que entiendo a mi manera. Por lo demás, me ha parecido enriquecedor porque para nada está orientado hacia el esquematismo, es una reflexión que casualmente yo me estuve haciendo ayer al leer otra entrada tuya. Además tomé como ejemplo a un mendigo y la idea de caridad. Es sorprendente pero así fue. Qué curioso, será porque no son argumentos que nos traigan sin cuidado, sino que este tipo de argumentación también forman parte del mecanismo habitual del pensamiento y, por tanto, es normal que existan coincidencias y simultaneidades. Ha sido muy instructivo para mí. Sumamente nteresante. Hasta la próxima entrada.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El análisis que has efectuado se basa en una explicación sumamente precisa, que en diferentes términos transmite un mensaje parecido al de mi entrada. Yo no lo hubiera explicado mejor: la colección de distintas valoraciones subjetivas dan el empuje necesario para rozar la objetividad, empero sin alcanzar la absolutidad. En efecto, la conclusión a la que llegamos es la misma: no se puede sentenciar el grado de egoísmo, pero sí sospecharlo.

      Me alegra que te haya resultado interesante e instructivo, ¡un abrazo!

      Eliminar
    2. Ah, y olvidaba agradecerte tus ricos comentarios que me ayudan a reforzar mis ideas con otras perspectivas. Saludos.

      Eliminar
    3. Es un placer comentar sobre cuestiones que enriquecen nuestro aprendizaje por la vida. Me gusta mucho cómo argumentas.

      Eliminar