martes, 8 de diciembre de 2015

Esa maldita idea

Permítanme compartir un fugaz relato cargado de incoherencia.

Todo… todo, ¡sí todo! Todo empieza con una simple idea. Estás con tus cosas, ocupado, haciendo quién sabe qué y de repente… ¡Bum! Se acabó. Sí, se acabó. Fin de la historia. Esa idea, oh, esa maldita idea. Ya se ha metido en tu cabeza. Se ha adentrado en tus entrañas. Se ha apoderado de tu persona. Ingenua, ciega víctima estás hecha. ¡Cómo no pudiste darte cuenta! El abismo, el abismo se agranda. Dejas de distinguir qué hay bajo tus pies. Y es que por mucho que te esfuerces sólo ves oscuridad. Vacío. Súbitamente te precipitas en una interminable caída. Inconsciente de tu letal ignorancia prosigues con tu anodina y monótona vida. Pero… ¡sorpresa! Ya no es tu vida. Le pertenece a la idea. Oh, esa maldita idea. Tarde es cuando percibes lo que está ocurriendo dentro de tu cabeza. Levantarse cada mañana, tomar el desayuno, ir a trabajar, almorzar, cenar, dormir. Ya nada es lo mismo. El frío, el calor, la lluvia, el sol, las nubes. Ya nada es lo mismo. Sucumbes al horror, a la desesperación, a la desolación, a la insulsez, a la vacuidad. La nada se apodera de tu mirada así como esa maldita idea, ¡oh esa maldita idea! se apropia de tu persona. Eso, de tu persona. ¿Recuerdas que significaba aquello? Lo siento amigo, ya es tarde para ti. Para nosotros.

0 comentarios:

Publicar un comentario